Imposibilidades
Sacó su smartphone de la
bolsa de sus pants y se encerró en el baño de su cuarto. Se bajó los pantalones
y se sentó en el escusado sin levantar la tapadera y desbloqueó su Motorola.
Abrió la aplicación de Google Chrome y al mismo tiempo que tecleaba su pene se
puso erecto. www.Rubias19.com.
Antes de que apareciera el repertorio de videos ya se frotaba el sexo, como el
preámbulo de caricias en una pareja poco antes de hacer el amor. El deseo que
de pronto tuvo por la mujer penetrada rajó su garganta y le aceleró el corazón.
El semen, casi visible, estaba por salir y sentía que no lo iba a poder
controlar. Y en efecto, sucedió rapidísimamente, como todas las veces ese mismo
día, que había sucedido exactamente igual. Y exactamente igual durante ya
tantos meses.
Nadie había entrado a su
cuarto desde que salió de la preparatoria. Había decidido no entrar a la
universidad, suspender su vida para siempre. Y sin que nadie supiera
masturbarse. Para siempre. ¿Y cómo iban a ser tan crueles sus papás para dejar
de mantenerlo?
El cuarto hediondo era su
templo pornográfico. Y su único sentido. Solo se bañaba cuando no podía
soportar su propio olor.
Qué vergüenza que alguien
que estuviera en la casa escuchara aunque sea un eco de los videos. El escusado
era su escudo contra el arma del sonido. Y así, diario, repetía su rutina.
El alcohólico,
eventualmente, se aburre del alcohol.
Cuando abrió Google
Chrome, antes de teclear la página habitual, le apareció bruscamente un anuncio
que decía: “¿Te cogerías a una señora que vive cerca de ti?” A causa del hastío
rutinario, le picó al anuncio y leyó: “Si quieres chatear presiona aquí.” A
pesar del temor siguió con su inercia y le apareció un formato de chat que
nunca había visto en su vida y leyó un mensaje de una mujer llamada Carla, que
decía: “Hola, mi amor.”
-Hola – escribió él.
Ella le mandó un número
de cuenta.
- ¿Qué es eso? -
preguntó, atónito.
-Por
doscientos pesos te enseño mis tetas.
Más
excitado que nunca se salió del baño y corrió por su cartera. La tomó y regresó
a su refugio. Ya sentado sacó su tarjeta de débito y siguió los pasos del link.
Hizo la transacción.
-Ya
deposité el dinero. – escribió.
Después
de un par de minutos, una videocámara apareció en el chat. En la pantalla había
una mujer de unos cuarenta años en ropa interior. Sin decir nada se quitó el
brasier y se apretó los senos y se frotó los pezones. Este, hipnotizado, ni
siquiera se masturbaba. Después de un par de minutos, Carla dijo: “Por 200 más
me meto un dildo”. Hizo la transacción.
Terminó
gastando mil pesos y tuvo los mejores orgasmos de su vida.
¿Se
había enamorado de Carla?
Por
las siguientes dos semanas vio a Carla todos los días a través de su pantalla.
Una
mañana, después de meditarlo largo rato, le escribió:
-Quiero
conocerte.
-Yo
a ti, mi amor. – contestó Carla.
No
regresó el mensaje, como esperando a que Carla agregara algo. Lo hizo:
-Por
cinco mil pesos nos podemos ver en el motel que está en José Martí 178 a las
nueve de la noche, en el cuarto 403. Nos quedamos toda la noche, mi amor.
-Ok.
– contestó él, sin pensarlo. Y con la misma seguridad hizo el depósito.
Cuando
se bañó se lavó con jabón la cabeza del pene hasta irritarlo.
Se
arregló como se arreglan dos enamorados después de haber estado separados por
un tiempo largo.
Salió
de su cuarto en un silencio feroz y logró que nadie lo escuchara. Ya afuera de
su casa caminó un par de cuadras y pidió un Uber.
En
el motel se dirigió al cuarto indicado. Estaba temblando.
Recordó
un verso de Joaquín Sabina: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca
jamás sucedió.”
Carla,
en realidad, no existía.
La
emoción, la adrenalina en su interior, no era nada más que polvo.
El
encuentro era Carla ganándose la vida. Era lo más lejos que había del amor.
Lloró.
Y no entró a la habitación.
Pidió
otro Uber y regresó a su casa. Subió a su cuarto con la misma precaución con la
que salió, pero ahora con el corazón roto. Se encerró en su cuarto y se cambió
de ropa. Se dirigió al baño y se encerró en el escusado. Sacó su smartphone. www.Rubias19.com.
Seleccionó un video.
Tuvo
el orgasmo más triste de su vida y después se fue a dormir.
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