viernes, 2 de noviembre de 2018

Cuento 3


Imposibilidades
Sacó su smartphone de la bolsa de sus pants y se encerró en el baño de su cuarto. Se bajó los pantalones y se sentó en el escusado sin levantar la tapadera y desbloqueó su Motorola. Abrió la aplicación de Google Chrome y al mismo tiempo que tecleaba su pene se puso erecto. www.Rubias19.com. Antes de que apareciera el repertorio de videos ya se frotaba el sexo, como el preámbulo de caricias en una pareja poco antes de hacer el amor. El deseo que de pronto tuvo por la mujer penetrada rajó su garganta y le aceleró el corazón. El semen, casi visible, estaba por salir y sentía que no lo iba a poder controlar. Y en efecto, sucedió rapidísimamente, como todas las veces ese mismo día, que había sucedido exactamente igual. Y exactamente igual durante ya tantos meses.
Nadie había entrado a su cuarto desde que salió de la preparatoria. Había decidido no entrar a la universidad, suspender su vida para siempre. Y sin que nadie supiera masturbarse. Para siempre. ¿Y cómo iban a ser tan crueles sus papás para dejar de mantenerlo?
El cuarto hediondo era su templo pornográfico. Y su único sentido. Solo se bañaba cuando no podía soportar su propio olor.
Qué vergüenza que alguien que estuviera en la casa escuchara aunque sea un eco de los videos. El escusado era su escudo contra el arma del sonido. Y así, diario, repetía su rutina.
El alcohólico, eventualmente, se aburre del alcohol.
Cuando abrió Google Chrome, antes de teclear la página habitual, le apareció bruscamente un anuncio que decía: “¿Te cogerías a una señora que vive cerca de ti?” A causa del hastío rutinario, le picó al anuncio y leyó: “Si quieres chatear presiona aquí.” A pesar del temor siguió con su inercia y le apareció un formato de chat que nunca había visto en su vida y leyó un mensaje de una mujer llamada Carla, que decía: “Hola, mi amor.”
-Hola – escribió él.
Ella le mandó un número de cuenta.
- ¿Qué es eso? - preguntó, atónito.
-Por doscientos pesos te enseño mis tetas.
Más excitado que nunca se salió del baño y corrió por su cartera. La tomó y regresó a su refugio. Ya sentado sacó su tarjeta de débito y siguió los pasos del link. Hizo la transacción.
-Ya deposité el dinero. – escribió.
Después de un par de minutos, una videocámara apareció en el chat. En la pantalla había una mujer de unos cuarenta años en ropa interior. Sin decir nada se quitó el brasier y se apretó los senos y se frotó los pezones. Este, hipnotizado, ni siquiera se masturbaba. Después de un par de minutos, Carla dijo: “Por 200 más me meto un dildo”. Hizo la transacción.
Terminó gastando mil pesos y tuvo los mejores orgasmos de su vida.
¿Se había enamorado de Carla?
Por las siguientes dos semanas vio a Carla todos los días a través de su pantalla.
Una mañana, después de meditarlo largo rato, le escribió:
-Quiero conocerte.
-Yo a ti, mi amor. – contestó Carla.
No regresó el mensaje, como esperando a que Carla agregara algo. Lo hizo:
-Por cinco mil pesos nos podemos ver en el motel que está en José Martí 178 a las nueve de la noche, en el cuarto 403. Nos quedamos toda la noche, mi amor.
-Ok. – contestó él, sin pensarlo. Y con la misma seguridad hizo el depósito.
Cuando se bañó se lavó con jabón la cabeza del pene hasta irritarlo.
Se arregló como se arreglan dos enamorados después de haber estado separados por un tiempo largo.
Salió de su cuarto en un silencio feroz y logró que nadie lo escuchara. Ya afuera de su casa caminó un par de cuadras y pidió un Uber.
En el motel se dirigió al cuarto indicado. Estaba temblando.
Recordó un verso de Joaquín Sabina: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.”
Carla, en realidad, no existía.
La emoción, la adrenalina en su interior, no era nada más que polvo.
El encuentro era Carla ganándose la vida. Era lo más lejos que había del amor.
Lloró. Y no entró a la habitación.
Pidió otro Uber y regresó a su casa. Subió a su cuarto con la misma precaución con la que salió, pero ahora con el corazón roto. Se encerró en su cuarto y se cambió de ropa. Se dirigió al baño y se encerró en el escusado. Sacó su smartphone. www.Rubias19.com. Seleccionó un video.
Tuvo el orgasmo más triste de su vida y después se fue a dormir.

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