Argumento
Sabemos que el campo laboral, después de la universidad, es difícil. Y tal vez sea más difícil en licenciaturas como literatura o filosofía. Este blog, por lo tanto, tiene dos funciones. En primer lugar pretende ser un espacio de publicidad. Si se me presenta una situación laboral, y no tengo contratos editoriales, este blog sería la entrada por la cual me podrían leer. De esta manera se podrían ver mis textos y recibir invitaciones de algún tipo. Por el otro lado, también por una razón laboral, este blog pretende servir también como espacio de retroalimentación. En la universidad se conoce a mucha gente con gustos, talentos y metas parecidas a las de uno, y la literatura, para que funcione, tiene que ser leída, y qué mejor manera de perfeccionar mi literatura a partir de mis compañeros. Este blog, entonces, también sirve para que gente de mi licenciatura, ya sean compañeros o maestros, me lean y me corrijan. Creo que de esta manera puedo ir solidificando una respuesta a la falta de oportunidades laborales y tener una opción alternativa.
viernes, 2 de noviembre de 2018
Poema 5
Exploración poética
Voy a
sacar un verso de mi cabeza
y ponerlo
en la mesa.
Voy a
destruirlo
acariciarlo
estirarlo
voy a
besarlo
odiarlo
terminarlo.
Podría
terminar siendo
cerezas en
vez de naranjas
en el
árbol de naranjos
o un león
que tenga besos y no colmillos
y explorar
por el mar de cemento
una
exploración poética
para
destruirlo todo
para nadar
en las nubes
para
escribir en el viento
para
enfriarse en el fuego
reconstruir
destruir
que el meollo
sea la poesía
que se
esconda en el hoyo
de
decisión
para
odiarnos en el amor
para
aceptar el sexo atroz
para
asquearnos con el perfume
pradera
impuesta por el sol
oscuro
la noche
volteada
el mundo
al revés
la
exploración poética
es la
única manera
de ver las
cosas como son.
Poema 4
Poema erótico
Es un tubo
moldeable.
Es lo
mismo que el tiempo.
Avanzo a
través de una pierna,
A la vez
sería demasiado.
La sangre
espesa
serpentea
hasta
parar.
La salvia
es imán para mi escoba
que
acaricia tu césped
con su
lengua.
Es más
larga la eternidad de la incertidumbre
que la
unión de las piezas perfectas.
Al
terminar
entre el
humo de la noche
no nos
acordamos de nada.
Poema 3
Alcohol
La
obsidiana obstructora evacúa el cuerpo
y el poder
dorado te va cubriendo.
Esas horas
son los
únicos momentos de libertad.
La pluma
deseosa de tu boca
escribe
poemas
al hablar.
Los
secretos atrás de tus venas
se sitúan
en la mesa
cual la
forma de los besos.
La
ebriedad
es el
único momento
en donde
el escritor
puede
gritar.
Poema 2
Fuego
Vestido
oscilante que existe en el aire.
Aire
asonante / dador de espacio
como el
rojo volador / que se sostiene / sobre su sustancia /
sátira de
lo sagrado / profundidad en sí mismo.
Nube
rojiza y transparente / se sienta / elegantemente /
en el
sostén invisible / de las montañas que no están.
Poema 1
Perdición
I
El hilo
invisible que entra en la aguja.
Esa
delicadeza, no es nada.
La poesía
tampoco es nada.
Ni si
quiera los rebeldes son algo.
¡Libertad!
Puedo
fumar, y alucinar es la nueva ética.
II
Pasó el
tiempo ya.
Esto es
una perdición.
No me
puedo sentar.
Volar es
el andar del caracol.
El balance
es el infierno.
El hombre
valiente jamás podrá vivir.
Creo que
tendremos que morir jóvenes
como
bestias perdidas
como
soberbios vueltos inocentes
por
equivocarse tanto.
Hay que
morir con vergüenza
por haber
hecho todo mal.
Cuento 3
Imposibilidades
Sacó su smartphone de la
bolsa de sus pants y se encerró en el baño de su cuarto. Se bajó los pantalones
y se sentó en el escusado sin levantar la tapadera y desbloqueó su Motorola.
Abrió la aplicación de Google Chrome y al mismo tiempo que tecleaba su pene se
puso erecto. www.Rubias19.com.
Antes de que apareciera el repertorio de videos ya se frotaba el sexo, como el
preámbulo de caricias en una pareja poco antes de hacer el amor. El deseo que
de pronto tuvo por la mujer penetrada rajó su garganta y le aceleró el corazón.
El semen, casi visible, estaba por salir y sentía que no lo iba a poder
controlar. Y en efecto, sucedió rapidísimamente, como todas las veces ese mismo
día, que había sucedido exactamente igual. Y exactamente igual durante ya
tantos meses.
Nadie había entrado a su
cuarto desde que salió de la preparatoria. Había decidido no entrar a la
universidad, suspender su vida para siempre. Y sin que nadie supiera
masturbarse. Para siempre. ¿Y cómo iban a ser tan crueles sus papás para dejar
de mantenerlo?
El cuarto hediondo era su
templo pornográfico. Y su único sentido. Solo se bañaba cuando no podía
soportar su propio olor.
Qué vergüenza que alguien
que estuviera en la casa escuchara aunque sea un eco de los videos. El escusado
era su escudo contra el arma del sonido. Y así, diario, repetía su rutina.
El alcohólico,
eventualmente, se aburre del alcohol.
Cuando abrió Google
Chrome, antes de teclear la página habitual, le apareció bruscamente un anuncio
que decía: “¿Te cogerías a una señora que vive cerca de ti?” A causa del hastío
rutinario, le picó al anuncio y leyó: “Si quieres chatear presiona aquí.” A
pesar del temor siguió con su inercia y le apareció un formato de chat que
nunca había visto en su vida y leyó un mensaje de una mujer llamada Carla, que
decía: “Hola, mi amor.”
-Hola – escribió él.
Ella le mandó un número
de cuenta.
- ¿Qué es eso? -
preguntó, atónito.
-Por
doscientos pesos te enseño mis tetas.
Más
excitado que nunca se salió del baño y corrió por su cartera. La tomó y regresó
a su refugio. Ya sentado sacó su tarjeta de débito y siguió los pasos del link.
Hizo la transacción.
-Ya
deposité el dinero. – escribió.
Después
de un par de minutos, una videocámara apareció en el chat. En la pantalla había
una mujer de unos cuarenta años en ropa interior. Sin decir nada se quitó el
brasier y se apretó los senos y se frotó los pezones. Este, hipnotizado, ni
siquiera se masturbaba. Después de un par de minutos, Carla dijo: “Por 200 más
me meto un dildo”. Hizo la transacción.
Terminó
gastando mil pesos y tuvo los mejores orgasmos de su vida.
¿Se
había enamorado de Carla?
Por
las siguientes dos semanas vio a Carla todos los días a través de su pantalla.
Una
mañana, después de meditarlo largo rato, le escribió:
-Quiero
conocerte.
-Yo
a ti, mi amor. – contestó Carla.
No
regresó el mensaje, como esperando a que Carla agregara algo. Lo hizo:
-Por
cinco mil pesos nos podemos ver en el motel que está en José Martí 178 a las
nueve de la noche, en el cuarto 403. Nos quedamos toda la noche, mi amor.
-Ok.
– contestó él, sin pensarlo. Y con la misma seguridad hizo el depósito.
Cuando
se bañó se lavó con jabón la cabeza del pene hasta irritarlo.
Se
arregló como se arreglan dos enamorados después de haber estado separados por
un tiempo largo.
Salió
de su cuarto en un silencio feroz y logró que nadie lo escuchara. Ya afuera de
su casa caminó un par de cuadras y pidió un Uber.
En
el motel se dirigió al cuarto indicado. Estaba temblando.
Recordó
un verso de Joaquín Sabina: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca
jamás sucedió.”
Carla,
en realidad, no existía.
La
emoción, la adrenalina en su interior, no era nada más que polvo.
El
encuentro era Carla ganándose la vida. Era lo más lejos que había del amor.
Lloró.
Y no entró a la habitación.
Pidió
otro Uber y regresó a su casa. Subió a su cuarto con la misma precaución con la
que salió, pero ahora con el corazón roto. Se encerró en su cuarto y se cambió
de ropa. Se dirigió al baño y se encerró en el escusado. Sacó su smartphone. www.Rubias19.com.
Seleccionó un video.
Tuvo
el orgasmo más triste de su vida y después se fue a dormir.
Cuento 2
Werther
Cuando Marco terminó de leer Werther decidió que quería
escribir poemas de amor.
Ella tenía cinco años cuando presenció la violación y
asesinato de su madre. A los diez consumió cocaína por primera vez.
¿El escritor es un artificio? ¿El escritor es consciente de
sus letras? ¿Sabe en algún confín de su alma que todo es falso?
Marco escribió tanto sobre ella que perdió el apetito, la
higiene y su dinero. Le pasó lo que a un loco: se obsesionó con la nada.
Incluso había dejado de leer. Cuando no escribía se masturbaba pensando en la
mujer sin rostro.
Marco sentado en su escritorio, Marco fumando, sin camisa,
oliéndose, viendo a su bestia femenina, Marco ausente de él mismo, inmerso en
los ritmos, sonidos, imágenes, Marco lleno de semen, cigarros, Marco en los
ritmos, oliéndose, sin camisa, Marco escritor, puro, sonidos, Marco artífice,
Marco poeta.
Releyó un verso suyo: ¿Existe el amor?
Dejó de escribir y usó ese pivote para salir a la calle
después de tanto. Se duchó y rasuró. En el momento que vio a una mujer sintió
una erección envuelta de angustia. Caminaba por la calle Florida que estaba
repleta de gente y le sorprendió oler un sudor que no fuera el de él. De pronto
sintió que le tocaron el hombro. Era una mujer. Con los ojos le indicó que la
siguiera. Marco, imposibilitado por su deseo, obedeció. Tornaron en Lavalle y
después en Maipú y arribaron a una casa vieja. La mujer no dijo ni una palabra
y Marco, en el camino, empezó a rellenar el rostro de la mujer con el de ella.
La visualizó desnuda y creyó en la perfección. Creyó, también, en la ciclicidad
del final de Werther con ese momento. Todo tenía sentido.
Entraron a la casa y Marco se encontró con gente bebiendo y
fumando. Pasaron por entre las mesas; siempre guiando la mujer. En un rincón de
la casa ingresaron a un cuarto y aun en silencio la mujer le quitó la ropa a
Marco. Hicieron el amor. La mujer, después del orgasmo desbalanceado, le tendió
su mano derecha con las palmas abiertas y dijo:
-Son dos mil pesos.
Marco, hipnotizado, sin asociar la acción con nada, pagó.
Después de un silencio, Marco dijo:
-Te amo.
-Sexo. – respondió la mujer. – Sexo es lo único que te puedo
ofrecer.
Marco no rechazo la oferta.
viernes, 19 de octubre de 2018
Cuento 1
Voces
En su momento vivir en
un sexto piso parecía ser un buen lugar para escribir. Observar la ciudad desde
su escritorio podía funcionar. No tenía otra opción más que ignorar el vértigo
que siempre le habían causado las ventanas. Confundió el humo de tabaco que
exhalaba con el humo que exhalaba su tío hace tantos años ya; siempre dijo que
fumar no tenía que ver con la valentía; no fumar, más bien, era de cobardes. Lo
mismo con el alcohol. Y su tío decía todo esto, por supuesto, con un vaso lleno
de whiskey en la mano. Un cigarro ya era parte de él. Es irrisorio cuidar de tu
salud, hablar médicamente sobre el daño del tabaco, sobre un vaso de whiskey; o
dos vasos; o vasos de whiskey infinitos. En la cocina abrió el cajón junto a la
estufa y sacó un vaso de vidrio. Lo situó en la mesa al mismo tiempo que se
quitaba el cigarro ya terminado que sostenía con la boca. Mojó el cigarro con
el agua del lavabo y después, apagado, lo tiró a la basura. La botella de
whiskey ya estaba en la mesa. Llenó el vaso a la mitad y encendió otro cigarro.
No solo el imbécil de su tío, sino su otro tío también, y su madre, incluso su
padre, toda su familia estúpida; todos ellos sentados en la mesa comiendo, y
ellos gritando con la cara enrojecida, gritando como si supieran absolutamente
todo, como si sus voces pudieran cubrir todas las voces, taparlas, acariciarlas
y dejarlas ahí, dormidas, evidentemente humilladas. Las voces de todos ellos
irradiaban depresión, sus gritos de sabiduría eran gritos desesperados, gritos
sin salvación. Estaban muertos desde el principio. Estuvieron muertos siempre.
Por eso la asquerosa miseria que le contagiaban. Los dos vasos de whiskey que
se ha tomado en el transcurso de la mañana de ese domingo gris hacen que le den
ganas de orinar. De la cocina se dirige a su cuarto y sin cerrar la puerta
entra al baño y a través de su sexo fláccido desparrama la orina que es casi
transparente y como hipnotizado observa el río que vuela y desemboca en ese
pequeño charco que se va transformado su color en amarillo y él piensa, piensa,
piensa todo el tiempo. Se sube los pantalones y sale del baño y en su cabeza
aparece Lorenzo, la novela que escribió Lorenzo, qué mala novela, qué mediocre
novela escribió Lorenzo. Lorenzo; esos tres años encerrado en su casa escribiendo,
divorciándose de su esposa, desconociendo a sus hijos, todo para escribir, para
escribir sin parar, excluyéndose del mundo, voluntariamente marginado,
completamente solo, sin necesidad de compañía, de diálogo superfluo, de mojar
la boca que se seca por no hablar; pensar no es hablar y la boca se seca, si no
se habla con nadie se tiene que pensar en voz alta, se tiene que gritar.
Lorenzo tuvo que haber gritado mientras escribía esa novela horrible. Desde su
cuarto ve las fotos que están en la sala a un costado de la televisión. Ahí
está Lorenzo, Roberto, Santiago. Ahí está él. Todos ellos jóvenes. Observa las
fotos. No recuerda los lugares en los que se encuentra, pero llora lentamente.
Probablemente eran departamentos de sus amigos en donde se quedaban toda la
noche bebiendo, hablando de novelas que quería escribir, sin tanto entusiasmo,
pero con la suficiente disposición para hacerlo. Nota que en casi todas está
sonriendo. Lo atormentan los recuerdos. Se dirige a la cocina mientras enciende
un cigarro. Se sirve otro vaso de whiskey. Observa la ventana por varios
segundos. Como siempre, desde que vive ahí, siente vértigo. Se sienta en su
escritorio. El mismo escritorio en donde escribió su segunda novela. El mismo
escritorio en donde usó sus últimas fuerzas para escribir. Pero ya no más. La
literatura no tiene sentido. Puedes pensar, pensar y pensar, pero la literatura
no tiene sentido. Eres el mismo antes y después de escribir. No cambia nada. Se
escribe para cambiar, para cambiar las cosas, para cambiar al sujeto. Pero las
cosas no van a cambiar. Eso se comprende después de escribir dos novelas. Es
difícil entender cómo hay escritores que escriben tanto, durante toda su vida.
Siente un retortijón en el estómago y con prisa regresa al baño. Se sienta en
el excusado con el vaso de whiskey en la mano. Evacúa. Le disgusta el olor.
Quiere terminar rápido pero no puede. Observa su sexo. Se lo frota. Intenta
masturbarse. Su sexo no reacciona y se mantiene fláccido. Su sexo está muerto.
Lorenzo está muerto. Sus tíos están muertos. La literatura está muerta. Todo
está muerto. El vértigo que le provoca la ventana. Se levanta del excusado. Se
termina el vaso de whiskey y lo avienta al piso. El vidrio se rompe. Su mirada
está fija en la ventana. Camina lento hacia ella. Avienta su cigarro al piso y
no le importa el fuego. Ya no hay fuego. La ventana. La abre. Un par de golpes
en su puerta interrumpen lo que estaba por hacer. Se dirige a la puerta. La
abre. Es ella, que dice: te sigo amando.
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